Merkantilismo: Efectos sobre el salario real

Por Guillermo Covernton
Fuente: Fundación Bases

Desde hacen más de dos siglos, los estudiosos de la economía se vienen refiriendo, con el término de Mercantilismo, a una corriente del pensamiento económico cuyo objetivo más notorio era impulsar las exportaciones, por encima de las importaciones, con claros objetivos de política fiscal.

Nosotros introduciremos el neologismo del título, para pasar a referirnos a un programa de política económica que viene implementando el actual gobierno, y analizar sus graves consecuencias.

No es nuestra intención aquí abogar a favor del verdadero mercantilismo de los siglos XVII y XIX, que han demostrado causar efectos claramente indeseables, pero no viene mal repasar, para ampliar la comprensión de las causas, el contexto económico en el que surgió.

La economía de los siglos mencionados no solo era una economía de extrema simplicidad, comparada con cualquier estructura productiva actual, sino que carecía, además de posibilidades concretas y ciertas de control fiscal.

Dicho en términos más claros: Los impuestos posibles de ser cobrados, dado lo rudimentario de las técnicas de administración, eran meramente los impuestos que pudieran gravar mercaderías en tránsito. Y como las fronteras debían ser aseguradas, por razones de supervivencia del estado, el eje central de la tributación eran los impuestos al comercio exterior. Hubiese sido imposible implementar métodos de control que permitieran una determinación cierta y concreta de los tributos actuales.

Las mencionadas razones han desaparecido. Pero también y paralelamente, ha evolucionado el entendimiento de las cuestiones económicas.

Actualmente sería casi imposible encontrar opiniones económicas que contradigan ciertas afirmaciones, que por otra parte, suenan absolutamente razonables para cualquier intelecto inquieto, aunque no sea un experto en economía, cosa que no es ni siquiera necesaria: Por ejemplo, que el producto se destina al consumo, o bien a la inversión:

(Y = C + I)

O que el destino del ingreso puede ser el consumo, o bien el ahorro:

(Y = C + A)

Ciertos economistas plantean estas ecuaciones para simplificar la comprensión de algunas cuestiones que, analíticamente, también son evidentes. Por ejemplo, que en una economía abierta, con fuerte presencia del estado, las opciones para la producción agregada serían: el consumo privado, o la inversión, o el gasto público, o destinar un hipotético excedente a la exportación. Este último aspecto puede adquirir el significado contrario: Importar lo que nos falte. Esta idea se puede ilustra así:

(Y= C + I + G + NX)

Luego tenemos sectores que tributan y otros que reciben subsidios: El ingreso disponible de los individuos se forma con su ingreso neto de los tributos, más los subsidios o transferencias que puedan estar recibiendo:

(YD = Y – T + TR)

Como las personas , con su ingreso disponible solo pueden optar entre gastar o ahorrar.

(YD = C + A)

Si hiciéramos algunas operaciones algebraicas, manejando estas igualdades, podríamos concluir algo que cualquier honesto padre de familia podrá entender:

A – I = (G + TR – T) + NX

Esta expresión que puede resultar algo críptica enseña algunas lecciones: Que el déficit del sector público, más el superávit del sector externo, solo podrá salir de la diferencia entre el ahorro y la inversión.

Más sencillo, para poder darnos el lujo de soportar que los gastos públicos, más los subsidios que se reparten sean mayores que los impuestos, y que, a su vez, exportemos más de lo que importamos, (idea que agrada a algunos demagogos, que creen apoyar así al empresariado local), deberemos irremediablemente invertir mucho menos de lo que ahorramos.

Es decir que el déficit fiscal y el superávit comercial salen de invertir menos de lo que ahorramos. Y no pueden salir de otro lado.

Y a eso es a lo que nos lleva un esquema fiscal que ha hecho crecer tantos el gasto como los subsidios, sin poder hacer crecer de igual modo la base imponible, es decir la producción de riquezas. Y que sustenta buena parte de su capacidad recaudatoria en que las exportaciones crezcan, para generar recaudación vía retenciones, y en que no puedan entrar productos importados, porque no se ha entendido este aspecto central: Así se destruye la posibilidad de inversión.

Y sin inversión, la capacidad de nuestros trabajadores de generar riqueza disminuye en proporción a la amortización, es decir el desgaste de la capacidad instalada. Esto cumple con el recordado mandato de la marcha partidaria de uno de nuestros partidos mayoritarios: Combate el capital, destruyéndolo. Y paralelamente hace lo mismo con el salario real: En tanto y en cuanto nuestros trabajadores dispongan de menos herramientas y equipos para producir, su aporte a los sistemas de producción será menor y devengaran salarios más bajos.

Los países que logran mejorar la calidad de vida de sus habitantes son aquellos que logran destinar todos sus ahorros a la inversión productiva.

Del mismo modo que lo hace una familia honesta y laboriosa.

Las opiniones expresadas en artículos publicados en www.fundacionbases.org no son necesariamente las de la Fundación Internacional Bases

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